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miércoles, 27 de mayo de 2020

RELATO VIAJERO DE LUARCA

Lee con atención este relato emitido en el programa Miradas Viajeras, de Capital Radio (emisión nacional). Vete imaginando este paisaje que describen, los colores, los olores, los sentimientos.... Cuando finalices, coge una hoja de tu bloc de dibujo y dibuja las imágenes que te han venido a la mente mientras leías. 


RELATO VIAJERO LUARCA
Autora: Alejandra Gómez Álvarez, periodista, natural de Luarca.



Respiro un aire que se mueve sin rumbo, retales cosidos de suspiros, que buscan un nuevo ayer para dejar atrás el mañana. Un eco de versos etéreos y canciones folclóricas, que evocan en mi mente imágenes de ese jardín del Edén al que yo llamo Luarca, al que siento que es mi hogar.

Os presento un lugar encantado por la magia de la belleza asturiana, que mira al más lejano horizonte del mar Cantábrico, mientras recoge en su valle un tesoro aún por descubrir, calles en danza que rugen al son de la mañana, y una iglesia resplandeciente ante el sol del ocaso, que mantiene erguido su campanario ante la brutalidad del viento.

El vello de mis brazos se eriza cuando paseo por la fina arena de la playa de Salinas, mientras veo la fiereza del mar, que muerde sin descanso la costa, de una villa marinera de la que se respira encanto entre sus calles. ¡Cómo no me voy a fijar en ti, querida Luarca! Cómo no voy a pasear tus calles que llegan hasta el muelle, y cómo no van a danzar mis ojos, ante el color de los barcos de tu puerto pesquero. Rojos, azules y verdes, que dan la bienvenida al marinero que viene de vuelta tras una dura faena.

Querida Luarca, ¿te dije alguna vez que te quiero? Te quiero verde, te quiero mar, te quiero viento y te amo montaña. Siento felicidad cuando paseo por el parque, corazón impertérrito arropado por el río Negro. Punto de unión de los luarqueses cuando asoman su alma para ver el cielo asturiano.

Ya lo decía el ilustre Don Severo Ochoa de Albornoz… “Volver a mi casa, a Luarca, siempre es deleitar la mirada con la belleza de su paisaje”. Me siento identificada con las palabras de este Premio Nobel, con sus paseos reflexivos por la playa de Portizuelo y con la ciencia de sus palabras, cuyo único objetivo era descubrir un poco más de la realidad más humana.

Siento nostalgia al ver tu cementerio, punto y final del encuentro, situado en lo más alto de la villa y del que se puede apreciar todo tu esplendor… Incluso cuando el sol torna a su punto más bajo con la osadía del viento danzando entre mi pelo; incluso cuando la lluvia impide virar la mirada a la lejanía de tus montañas.

Es más, cuando creía que ya lo había visto todo, me sacas tu más exquisita sorpresa… tu gente. Cómo luce el luarqués cuando le enseña al visitante su “Mesa de los Mareantes”, lugar histórico donde se recogen mil y una leyendas del pasado de esta villa. Y qué impresión da mirar al mar desde el punto más álgido de tu tremendo acantilado, desde tu “Ermita de la Blanca”.

Belleza, pasión y armonía. Sentimientos que afloran cuando al cruzar la “Calle del Lobo” oyes a los músicos, tocar armoniosos un “Asturias Patria Querida”. Y es que, decir con palabras algo que se siente, es más que complicado, porque solo hace falta mirarte, para saber que el reflejo de la vida se encuentra entre tus paisajes.

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